28.7.22

Poco

Con poco para dar. Con mucho menos de lo que pensé poder dar alguna vez, así me presenté. 

No sabía cómo mirar. No sabía cómo hablar. No sabía ni siquiera caminar. 

Me sentí varada, parada en medio de la nada, haciendo menos de lo que alguna vez pensé o creí poder hacer. 

Lodo y más lodo iba cubriendo mis pies. 

Sin pasos para dar. 

Sin caminos por recorrer. 

Te miré. 


Y ¿sabes qué? Jamás me sentí más amada. Jamás me sentí más cuidada. 


Eso fue Gracia. Simplemente Gracia

Descanso

Hoy me senté en el piso del baño sin tener más fuerzas mientras mi niño más pequeño estaba jugando en la bañera. 

Si eres madre, estoy segura que alguna vez te pasó y probablemente me entiendas. O recuerdes momentos similares y te rías conmigo, porque una vez que pasó, Dios cumple su promesa de renovar nuestras fuerzas y levantarnos como águilas ¿verdad? Porque seguimos amando y cuidando de nuestros niños a pesar de nuestro cansancio. 

Si no eres madre, puedes recordar infinidad de momentos en los que sentiste un cansancio profundo y no podías descansar porque había que seguir trabajando, estudiando, o lo que fuere que hagas. 

Podemos descansar, sí… podemos tener un tiempo a solas, un tiempo con amigas, un tiempo con nuestro marido… pero si no buscamos el descanso en nuestro Señor, todo lo demás es “cotillón”, solo adorna nuestro descanso, solo nos hace creer descansadas pero en realidad solo es tiempo libre. 

Hoy también escuché esto que te acabo de compartir y me di cuenta de algo: ¡qué cierto que es! Solemos buscar descanso, paz, tranquilidad, en lugares pasajeros, en sitios donde solo estaremos distrayéndonos o quizá incluso despejando nuestra mente un poco de tiempo, “tomando aire”, pero seguimos sin encontrar el descanso que la Palabra De Dios nos promete. 


¿Por qué nos cuesta tanto descansar verdaderamente si parece ser “tan fácil” conseguirlo? No hay ninguna fórmula mágica, no hay nada extraordinario que tengamos que hacer, no hay una lista que cumplir para hallar descanso. Cristo simplemente dice “vengan a mí”. 

Yo me preguntaría ¿qué pasa en mi corazón y en mi mente que no puedo aquietarme e ir al Padre? 

Recuerdo siempre la historia de Maria y Marta cuando vieron que estaba Jesús con ellas. Solo María supo qué hacer. Ambas querían estar con Él, solo que Marta pensaba que la mejor manera era sirviéndole, sin parar un segundo. En cambio María entendió que lo más importante era mirarlo y escucharlo. 


Marta fue quien dejó entrar a Jesús a su casa. Ella fue quien lo hospedó. Muchas veces hacemos eso. Lo “recibimos” y comenzamos a servirlo. Pero no nos damos cuenta que debemos detenernos y mirarlo, escucharlo. Deleitarnos en Él y descansar. 


Dejemos de hacer cosas. Detengámonos un momento y miremos a Cristo. 

Descansemos en Él y dejemos de buscar descanso en otras cosas que son sólo pasajeras. 

Respiremos profundo, y como niñas, dejémonos caer en los brazos de nuestro Padre Celestial, dejemos que Él nos arrope y nos arrulle, dándonos ese descanso, ese reposo, que sólo en Él podemos hallar. 

Piensa un segundo en lo hermoso que puede ser descansar verdaderamente en los brazos del Padre y disponte a hacerlo. 

Dios hará el resto. 

Nosotras vamos a El y Él es quien nos da el descanso.