25.1.14

si yo supiera... seguiría eligiendo

Si yo supiera por qué viví las cosas que viví…por qué pasé lo que tuve que pasar… tal vez elegiría volver a vivirlo…aunque lo más seguro es que no. Intentaría cambiar partes de mi historia.
Aún no sé el por qué de muchas cosas.
Ni de las que me pasan a mí ni de las que le pasan a otros… y tantos más.
No busques tantas explicaciones. Las cosas a veces pasan… por que sí. Y a veces no.

Millones de veces intenté entender mi historia, mi vida. Hasta hoy no lo logré. Y ya me cansé de intentarlo. Y a veces no.
Mi memoria tiene espacio para muchas más cosas. Aunque algunos recuerdos prefiero borrarlos, ponerlos en un rincón… o ponerle un poco de color para que no sean tan pesados.
Me gusta que entren muchas más anécdotas que recuerdos tristes. A veces tengo suerte. A veces no.
No me rindo. Aunque haya colores grises que me amarguen algunos días…

El mundo sigue girando. Con miles de cosas que siguen pasando, siempre igual, a veces peor, a veces mejor. 
Yo prefiero girar al revés. Con mis rayes, con mis recuerdos, con mis anécdotas, con mi sonrisa de oreja a oreja, con mis ojos grandes que descubren muchas cosas. Con mi cabeza loca que a veces quisiera despegar un poco más. Con mi corazón que a veces duele y a veces no.

Si tengo pies, para eso los quiero, para pisar bien fuerte la tierra; para correr y para saltar cuando quiera escapar un rato. Elijo cuándo, elijo dónde. Ese es mi don: seguir eligiendo.

Y si tengo manos, que sirvan para hacer el bien y no para lastimar como muchas lo hacen, como muchas me hirieron a mí y como tantas siguen haciendo mal. Quiero amar con mis manos, levantarlas bien alto y saltar con ellas, para no quedarme con lo peor sino volar a lo mejor y seguir eligiendo.

15.1.14

Nunca fue perfecta

Meriendas multicolores, sazonadas con los mejores aromas. 
Ahí me encontraba con vos.

Teníamos un espacio reservado para nosotras. Nuestro tiempo de juegos, lecturas, charlas, discusiones, peleas, risas, reencuentros mágicos. 
Otra hora era impensada. Esa era la cita obligada. Los placeres más esperados.
Te sentabas sobre sillas viejas, cómodas. Con un pensar sencillo, atractivo, condimentado de cultura y tradiciones.

Tu mirada tenía montones de experiencias para proyectar, para relucir.
Las arrugas de tus manos mostraban cuánta verdad había en tus historias. Y tus pecas en ellas  reflejaban otro tanto de asombro. 

Esa parecía ser siempre la mejor parte de la historia. Cuando incluías tu risa en ellas.
A veces tus ojos sollozaban. Pero aun me pregunto si en tu corazón habrá existido alguien a quien hubieras dejado secarlas.
Lo más secreto era tu corazón enamorado. Frente a él sólo había un “morocho buen mozo” capaz de  hacerle  brillar.
Pero se había ido lejos; hacia rato.
Tal vez tu pregunta constante fue: ¿Por qué? ¿Por qué tuvo que pasar? Y esa pregunta fue retenida, y tan fuertemente sostenida que no pudo volver a entregar ese corazón.

…por miedo a dejar de amar su primer amor, por temor de exponer y arriesgar a sus hijos, por no querer volver a sufrir una pérdida…


Su vida siguió transcurriendo; pero las cuatro paredes de su casa no limitaban sus proyectos. Esa casa albergó millones de saberes que circulaban sin ser reconocidos por otros. 
Parecía ser pescadora de sueños, los rescataba y revalorizaba, como mejor podía, como mejor le salía. 

Nunca fue perfecta, aunque siempre lo intentó, y hasta muchas veces creyó haberlo logrado.

Ya no.

Lo entendí.

Algunas veces me pasó.
Muchas intenté ser eso que no era. Hablar como otros hablaban. Pensar lo que otros pensaban. Sonreír cuando la sonrisa de otro se encendía.

Si. También me pasó.

Quise parecer otra persona. Quise hacer de cuenta que todo estaba bien mientras todo se prendía fuego adentro mío.
Las sonrisas ya me las sabía de memoria. Sabía imitar muy bien las miradas y los gestos que otros esperaban en mí.

Pero ya no.
Ya no va más.

Dejó de funcionar.

Ya lo entendí.